Sí, hoy todo el mundo es consciente del concepto ‘eficiencia energética’. Desde investigadores, a gobiernos, a consumidores, todos asumimos que el modo de extraer, transportar y consumir la energía afecta al medioambiente, pero la aplicación de esta práctica a la vida real a nuestra conducta diaria no cumple unos mínimos.
Han pasado tres años desde que entró en vigor el Real Decreto que obliga a disponer de un documento, una etiqueta, que certifique la eficiencia energética de cualquier vivienda, local o edificio que se pretenda alquilar o vender como si fuera un electrodoméstico. Y los resultados no son precisamente satisfactorios. Seguimos gastando lo que no tenemos.
El informe del Ministerio de Industria de 2015 tras examinar más de un millón de viviendas para valorar cuánta energía consumen los hogares españoles dio como resultado un absoluto derroche: el 84% presentaba una calificación energética negativa en consumo y emisiones. Este problema es más grave aún en lo que afecta a las viviendas surgidas de la explosión del ladrillo: un 42% logra una calificación aceptable y un 33% solo aprueba mínimamente.
Uno de los nefastos resultados del boom inmobiliario es que tanto arquitectos como constructores han eludido este tema tan crucial, a lo que se añade que como consumidores desconocemos o subestimamos la importancia de demandar construcciones que incluyan medidas de ahorro energético. Si al comprar un electrodoméstico tenemos en cuenta esta calificación, valorando lo que ahorraremos con su uso, ¿por qué la calificación energética no es un motor de búsqueda al hacer la mayor inversión de nuestra vida, la casa?
Qué es el Certificado de Eficiencia Energética
Es una etiqueta o código oficial con información objetiva de las características energéticas de un edificio, vivienda o local. Calcula el consumo anual de energía necesario para su funcionamiento, incluyendo el estudio de calefacción, refrigeración, ventilación, agua caliente, electricidad e iluminación. Este certificado marca la ‘clase energética’ que es la resultante de varios factores, pero sobre todo del consumo y las emisiones de dióxido de carbono, por año y superficie construida.
Quién debe tenerlo
El propietario o promotor de cualquier edificio que se alquile o venda necesitará esta Etiqueta Energética que deberá adjuntar a la documentación básica que entregue al comprador o inquilino.
Calificación mínima y máxima
La calificación energética es un código alfabético de la A a la G que establece la eficiencia de un edificio. Es únicamente informativo y tiene una validez de 10 años. Una buena calificación, implica un mayor ahorro económico lo cual también se traduce en una tasación más alta del edificio.
Qué factores intervienen en la valoración
Desde 2007 con la implantación del nuevo Código Técnico de Edificación europeo, que especifica las exigencias de ahorro de energía y aislamiento térmico, los edificios de nueva construcción cuentan con calificación energética, pero desde 2013, con las últimas y más estrictas modificaciones, están obligados a especificarla en dos fases: en el proyecto y, una vez acabada la obra, con la confirmación en un certificado que debe situar el edificio al menos en el rango D.
Por encima de todo estos factores son:
- Materiales de construcción: La madera certificada es el material con mayor rentabilidad energética ya que es capaz de romper el puente térmico interior-exterior para mantener una temperatura estable con poco coste económico. La madera cumple las tres R de la ecología: reducir, reciclar y reutilizar. A mayor volumen de madera empleado, mayor absorción de CO2 de produce.
- Materiales de aislamiento: Deben ser naturales, reciclables e inagotables. Pueden ser desde productos de celulosa o corcho a otros más sofisticados y premium como las lanas de vidrio (glasswool) y roca basáltica (rockwool), que suponen una envolvente térmica muy eficiente para el estándar de estanqueidad y hermeticidad requerido actualmente (as pérdidas se producen sobre todo en el tejado y en las fachadas), además de ganatías de seguridad frente al fuego. Esto también contribuye a su aislamiento acústico.
Hay además otros factores importantes como:
- Estructura del edificio, diseño y orientación
- La estanqueidad de puertas y ventanas con rotura de puente térmico o flujo calor-frío.
- El sistema de climatización, ventilación y circulación de aire, vertical y horizontal, entre zonas secas como salón y dormitorios y zonas húmedas como cocina y baño. Los paneles de yeso también contribuyen a reducir el consumo hasta en un 40 %.
- Las calderas de calefacción y agua como las de biomasa, pellets y bajo consumo.
- Energía solar térmica. El Plan de Energías Renovables, tanto a las nuevas edificaciones como a los edificios existentes puede llegar a suponer un ahorro energético de un 23% anual.
- LED, la iluminación del presente y del futuro que ha sustituido a la bombilla incandescente.
- Protección contra la radiación solar en verano con elementos constructivos de refresco.
¿Por qué las casas de madera tienen la calificación energética más alta?
La madera tiene un rendimiento térmico natural, almacenando calor en su interior para emitirlo en función de la necesidad, lentamente en verano y más rápidamente en invierno.
Las casas de madera son casas que ahorran, conoce todas sus ventajas.
El alto nivel de estanqueidad de las casas de estructura madera, debido a la enorme facilidad para incorporar elementos aislantes e hidrófugos entre los estructurales como forjados, muros exteriores y tabiques, consigue un ahorro de energía de hasta 60% respecto a la construcción tradicional y una clasificación energética alta, lo que afecta directamente al bolsillo.
Es importante que tomemos conciencia de la relevancia que tiene la eficiencia energética tanto si se habla de sostenibilidad, de low cost o de confort. Si buscamos una vida confortable en un hogar eficiente, el futuro está escrito en madera.